Entrevista a la psicoanalista Hilen Ottone  

Entrevistamos desde Espacio 2 puntos a Hilen Ottone, psicoanalista egresada de la Universidad de Buenos Aires, para que nos cuente acerca de lo que es la perspectiva de género aplicada a un espacio de análisis. Charlamos acerca de la reconfiguración de lugares simbólicos a lo largo de la vida, cuando nuestros cuestionamientos agrietan nuestras identificaciones y de cómo el psicoanálisis participa también de estas preguntas. También le preguntamos en qué consiste un espacio de análisis, y acerca del rol virtual del encuadre y la voz como elementos imprescindibles para la recreación de espacios.

             Hay que dejar en claro que el psicoanálisis no es una teoría abarcativa, comenta la psicoanalista, es una teoría aplicada a la práctica de los síntomas. La cura por la palabra. A diferencia de las teorías de género, que sí son una forma de entender el mundo, aplicado a cómo el feminismo cuestiona al patriarcado. Ambas teorías, tanto la psicoanalítica como la de género, cuestionan la cultura en la que vivimos y al hombre como unidad o autoconciencia; son el cuestionamiento del orden y la normalidad.  El psicoanálisis va puntualizando esto que no se logra comprender a primera instancia. La cuestión de género concierne a ambos sexos en el sentido de preguntarse cómo se arma cada uno en sociedad, cómo se es frente a los otros.  Cuando algo sale de la norma social genera mucho ruido, por ejemplo, la frase “salir del clóset”, en el lenguaje común ya señala un lugar que está escondido ¿y por qué tendría uno que asociarlo a lo escondido?

            El hombre y la mujer son posiciones que la cultura tiende a cristalizar en los roles que se esperan de cada uno; porque se es hombre se espera que arregle determinadas cosas de la casa, por ejemplo, mientras la mujer hace mejor otras…  Precisamente es lo que el psicoanálisis viene a resquebrajar (ruptura subjetiva).  Y esto no queda solamente  en la cuestión de género, hay otras circunstancias a lo largo de la vida que generan rupturas a nivel psíquico, por ejemplo, la muerte de alguien cercano; en el proceso de duelo también se vive la pérdida por el lugar, y un espacio analítico permitiría buscar un nuevo lugar respecto a ello. Hay otras situaciones que experimentamos que generan angustia e ira, y van afectando la constitución psíquica.

            El análisis, comenta  Hilen, es un espacio donde se puede hablar y asociar libremente; “poner” algo de la intimidad. Es hablar de lo que nos gusta y lo que nos disgusta, no todo tiene que ser malo. Pero ese hablar no es meramente catártico, es decir, no sólo se va para desahogarse, sino que la escucha del otro, del analista,  aporta desde un lugar desprejuiciado. No  desde lo ideal para tener a alguien a quien seguir, sino que eso íntimo que comparte, es escuchado y punteado por parte del psicoanalista que señala dónde no para de repetirse.  Entonces el análisis es el espacio en el que  se puede hablar libremente y otro lo va a escuchar desprejuiciadamente. Después están las cuestiones formales, que acotan un tiempo y un espacio, un respeto mutuo…

            Si bien la modalidad online no es nueva,  sí que está en boga. Quizá hubo un poco de resistencia (por parte de los analistas) en torno al esfuerzo que hace el paciente de ir. Porque es un esfuerzo. Pero hubo que adaptarse a los tiempos que corren.  El encuadre lo propone el analista, “nos vemos a tal hora”, “dura tanto”, y “se puede decir lo que quiera”. Y del otro lado hay una respuesta y hay un respeto. Si no puedes ir, avisas. En realidad se usa el verbo “venir”.  “¿Vas a venir?”.  Y también en la modalidad virtual el papel de la voz ocupa un lugar importante porque es parte de la presencialidad del cuerpo. Hay que escucharse más allá de la imagen.

            Por lo que a manera de conclusión podemos decir que el  psicoanálisis aunado a la perspectiva de género es una pregunta y un preguntarse.  Y con ello viene cierta reconfiguración de nuestro lugar. Por eso no es únicamente un pensarse sino que es un pensar que genera acciones y  nos permite elegir. Es un pensar activo. En la virtualidad rescatamos la voz como una presencialidad del cuerpo, y la disposición de ambos, tanto psicoanalista como paciente, que se nota en el encuadre.  «La difusión por ello, es importante para que otros nos conozcan y vean lo que hacemos», cerró la psicoanalista.

Editorial Espacio 2 puntos